Ciguapas : Segunda Parte
La Cacería de la Ciguapa :
por Vanessa Almonte
Acercándose
estaba el verano, y Miguel y sus amigos José Luis y Nelson estaban
planificando donde pasar las vacaciones. Estos chicos eran muy amigos y
siempre estaban juntos. Era un equipo de aventuras. Tanto, que hasta sus
padres se conocieron a través de ellos y siempre apoyaron la forma en que
los chicos se trataban como hermanos: era como una gran familia.
Miguel
dijo:
- Podemos pasarnos el verano en casa de mis abuelos que viven en el campo.
Nunca he ido y mis abuelos me dicen siempre, cuando nos visitan, que es un
lugar muy bonito, hay ríos y muchos árboles.
- Nelson: Me parece buena idea. Seguro mis padres estarán de acuerdo.
- José Luis: yo no tengo nada mejor que proponer, además me gusta mucho la
idea de ir al campo con ustedes.
- Miguel: solo tenemos que avisarles con tiempo a nuestros padres y sacar
buenas notas en los exámenes y no se negarán.
Pasaron
los días y los niños sacaron excelentes notas y sus padres se pusieron de
acuerdo con enviarlos al campo de los abuelos de Miguel.
Cuando
llegaron al campo, los niños estaban felices. Los abuelos estaban más
felices todavía, ya que no era común que recibieran visitas.
Aquel lugar era hermoso. Los abuelos de Miguel vivían en una hacienda
preciosa. Había un establo con muchos caballos, también el abuelo tenía un
gran ganado de vacas y había gallinas y gansos.
- ¡Abuelo, Abuelo! - decía Miguel- ¡llévanos al río! ¡llévanos al río por
favor!
- Está bien- dijo el abuelo muy contento.
Después
de un día de mucha diversión, en la noche el abuelo les contó una historia.
- Han escuchado hablar de las ciguapas- decía el abuelo.
- ¡Ahh sí! - dijo Miguel, - en el libro de español hay una historia de
ellas. Son criaturas raras que tienen los pies hacia atrás y son pequeñas.
José
Luis: - si pero la profesora nos dijo que no son reales.
- ¡Si son reales!- Dice el abuelo, lo que pasa es que pocas personas la han
visto, pero si son reales.
Nelson: - ¿usted ha visto alguna Señor?
- Claro que sí. Por estos lugares vive una, a veces ronda por aquí y trata
de robarse las gallinas. Antes teníamos problemas porque se robaba las
gallinas, pero una noche la descubrimos yo y mi amigo Juan. Cuando nos vio
salió corriendo. La pude ver perfectamente: era pequeña y el cabello largo y
abundante le cubría su cuerpecito por delante y por detrás. Desde entonces
mi esposa le pone un plato de comida todas las noches en el gallinero.
Mientras
el abuelo hablaba, los niños estaban con la boca abierta escuchando esta
fascinante historia.
- ¡No lo puedo creer! - dice Miguel, - ¡es increíble!
- ¿Enserio le ponen comida? - dice José Luis.
- Si quieren, vamos a ponérsela esta noche en el gallinero y mañana temprano
podrán ver con sus ojos que estará el plato vació, dice el abuelo.
Y
así lo hicieron. Esa noche los niños no podían dormir pensando en la
ciguapa.
- Será cierto lo que dice el abuelo - dice Nelson.
- Bueno, mañana veremos sí la
comida sigue allí - dice José Luis.
- A mí me gustaría ver la ciguapa y saber donde vive, si tiene amigos...
- Mejor duérmete Miguel.
Al
día siguiente, no bien se levantaron, corrieron al gallinero y para sorpresa
de ellos el plato estaba totalmente vacío.
- ¡Es increíble! - dijo Miguel, ¡Abuelo! ¡Abuelo! ¡Ven a ver esto!
El abuelo sonriendo se acercó al gallinero.
¡Mira abuelo! Ya no esta la
comida. ¿Seria la ciguapa? ¡Claro que sí!.
Desde
ese instante, los niños no dejaron de pensar y hablar de la ciguapa.
- ¡Vamos a atraparla! - dijo Nelson. ¡Si, vamos a buscarla, será una gran
aventura!
- Pero Miguel, ¿cómo lo haremos?. Vamos a preguntarle al abuelo que más sabe
de la ciguapa. ¡Vamos! ¡Vamos!
- ¡Abuelo! ¿Dónde podríamos encontrar la ciguapa? ¿Qué más sabes de ella?
- Solo sé que vive en el monte y casi no sale de día, nadie más la ha visto,
pero algunos dicen que siguiendo el río, entre las montañas se escucha su
aullido.
- Eso es - dijo Miguel, - seguiremos el camino del río y cuando la
escuchemos aullar la seguiremos y la atraparemos.
- ¡Siii! - gritan Nelson y
José Luis.
- ¡Niños!, ¡Niños! Dice el abuelo entre risas, no pueden hacer eso, mejor
piensen en otra cosa y más tarde los llevaré a que vean como se ordeñan las
vacas.
- Está bien abuelo, iremos a jugar.
Cuando
los niños quedaron solos salieron a planificar su aventura:
- ¿Qué más da? - dijo Nelson: - vamos por el camino del río a explorar.
- Si, con un poco de suerte nos encontraremos con ella - dice José Luis.
- De todos modos le diré al abuelo que iremos a dar una vuelta por el lugar,
no quiero que se preocupe.
Dicho
esto, los niños emprendieron su viaje hacia lo más profundo del bosque
siguiendo el camino del río. Mientras más caminaban, más paisajes
interesantes encontraban, comieron fruta de los árboles, vieron peces de
colores en el río y se entretuvieron mucho en el camino.
- Oye Miguel, ¿cómo cuanto tiempo llevamos aquí?
- Ni idea Nelson
- Creo que tenemos más de cinco horas - dice José Luis.
- ¡Qué horror! Entonces hace rato que pasó la hora de la comida, los abuelos
deben estar preocupados.
- Vamos a casa ya - dijo Miguel.
Pero
al empezar su camino a casa, no estaban muy seguros por donde seguir.
- Sigamos caminando seguro que pasamos por aquí, Miguel,
- ¡No, no, no!. No hemos pasado por aquí - insistía José Luis.
Después
de mucho caminar y mucho tiempo transcurrir se dieron cuenta que estaban
perdidos en el bosque.
- Es increíble ¡hemos estado caminando en circulo Miguel! ¡Hace una hora más
o menos estábamos aquí!
- ¡Estamos Perdidos! Decía
Nelson, ¡Nunca llegaremos a casa de tu abuelo!
- Tenemos que salir de aquí o se nos hará de noche. Dice Miguel.
Los niños estaban en un gran aprieto, mientras en casa del abuelo se iniciaba la búsqueda. Cada vez que los niños caminaban buscando el camino a casa, se alejaban más.
Ya estaba apunto de oscurecer, cuando los niños se sentaron en un tronco y empezaron a llorar abrazándose uno a otro diciendo: nunca debimos alejarnos tanto de la hacienda, nunca nos encontrarán... cuando de pronto escucharon que algo se movía en los arbustos.
- ¿Qué es eso? - dice Miguel
- No sé, tengo miedo - dice
José Luis.
De repente algo salto de los arbustos hacia ellos: los niños gritaron y se
escondieron detrás de un árbol.
- ¡Miren!, ¡Miren! ¡Es la
ciguapa!
Efectivamente
era la ciguapa que ya los estaba observando desde hacia un rato y decidió
ayudarlos. La ciguapa les hizo un gesto de que la siguieran, saltando entre
los árboles.
- Rápido - dijo miguel - vamos a seguirla, es nuestra única esperanza.
Y
salieron corriendo detrás de ella. Al cabo de unas horas los niños
reconocieron el camino a casa y estaban felices y confiados de que la amiga
ciguapa los llevaría de regreso. Y efectivamente la ciguapa llegó incluso
casi a la puerta de la hacienda con los niños. En ese momento la ciguapa se
detuvo frente a ellos como en señal de despedida.
- Gracias por todo, señora Ciguapa. Nunca la olvidaremos, es usted muy
buena.
La
ciguapa se fue y los niños corrieron a casa. Los abuelos estaban felices de
que los niños estuvieran bien, y se asombraron al escuchar como los niños
pudieron llegar a casa.
Esa noche la abuela,
agradecida, preparó un manjar para la ciguapita en señal de gratitud. Los
niños nunca más pensaron en atrapar ciguapas, ni en alejarse mucho de la
hacienda. Pasadas las vacaciones cada vez que los abuelos de Miguel visitan
su casa, este siempre pregunta por la ciguapa y le mandaba unos chocolates.
FIN
Cuento original por: Vanessa Almonte
Email: vanedos@hotmail.com